Van der Poel, Philipsen y Degenkolb. Imagen de deportividad en la París-Roubaix

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La 120ª edición de la París-Roubaix nos dejó multitud de imágenes memorables de una carrera que nunca defrauda. Los 256,6 kilómetros del tercer Monumento de la temporada, entre las localidades francesas de Compiègne y Roubaxi, con sus 29 tramos y 54,5 kilómetros de pavé fueron, una vez más el `Infierno del Norte´.

Ataques, pinchazos, caídas, la gloria que se llevó Mathieu Van der Poel (Alpecin-Deceuninck), la alegría de su compañero y finalmente segundo Jasper Philipsen, el visible descontento de Wout van Aert (Jumbo-Visma) en el tercer escalón del podio...

Pero hay una imagen en concreto que hoy destacan los aficionados y que prevalece por encima de todas las demás, la del alemán John Degenkolb (DSM) tirado en el césped del velódromo de Roubaix, llorando desconsolado, y los dos ciclistas al Alpecin-Deceuninck acercándose a consolarlo.

A Degenkolb, ganador de la París-Roubaix en 2015, se le había escapado de entre los dedos la posibilidad de volver a ganar la carrera, una posibilidad que el alemán sabe que seguramente no se le volverá a presentar.

El ciclista del DSM rodaba con los mejores a 16,4 kilómetros del final, al paso por el Carrefour de l´Arbre, cuando un bandazo de Philipsen obligó a Van der Poel a cerrarse sobre Degenkolb y tras un toque de hombros éste terminó en el suelo tras salirse de la carretera. Lances de carrera.

A Van der Poel y Philipsen les honra un gesto que posteriormente agradeció Degenkolb. "Me alegro de que hayan venido a disculparse. Eso significa mucho para mí. Estas cosas no pasan a propósito. Es un incidente que puede pasar en carrera".

A pesar de su caída, el ciclista del equipo DSM terminó séptimo en el Monumento, a más de 2 minutos y medio del ganador Van der Poel.